De uno a Cien (Interludio)
El revólver empuñado, con el cañón en la boca y los ojos apretados, esperando por el impulso final de mi dedo índice al gatillo que acabaría con el martirio de volver a tener conciencia malsana y sucia.
Arrodillado frente a la pared, acariciando el limbo y sudando frío, esperando por el segundo preciso para mover mi dedo y acabar con todo, rozar el filo del cañón, pestañear, entregarme al momento y dejar todo atrás...
Esperen... antes... un cigarro, para distender los ánimos, relajarse un poco y seguir en el intento, aspirar, botar... simple... y seguir sudando frío con un pito en el oído cegando mis sentidos y reiniciando mi vida desde que tengo memoria, retroceder a cero y contar lentamente hasta cien y ver qué sale en esta suerte de ruleta rusa de la cual no se pueden esperar más de siete minutos de vida y avanzar de una forma cobarde al próximo paso de la manera insegura...
Ahora sí, todo al principio, el revólver a mi boca y volver a sentir el sabor a metal, besar la muerte de la manera más cínica y dejar atrás el momento en que vi llorar a los ángeles pendiendo de un hilo para mantenerse y seguir haciendo lo que tienen que hacer.
Ver por última vez la homogeneidad de la pared, cerrar los ojos, y respirar hondo, hasta que ya no cabe más aire en los pulmones y botarlo por la nariz, botar por los ojos el último dejo iracundo de seguir atado al purgatorio y terminar de pagar el karma de mi vida dejando todo en cero, y tocar, o rozar, o simplemente acercarse un poco más al cielo para rasgar la sábana que de él cuelga sin razón alguna...
Cincuenta y uno, cincuenta y dos... falta menos que al principio y no veo la hora de terminar, porque el viento vuelve débil mis ganas, deja estéril mi ánimo acomplejando el autoestima derrotada por la voluntad de ser otra vez yo y vivir al segundo, que se cumple cada vez que la manecilla del reloj avanza.
Sesenta y tres, sesenta y cuatro... ya casi, me miro hacia adentro y veo el vacío de mi cuerpo propasado por el sentimiento vano, fútil y narcisista de estar y ser, dejo de lado mi cuerpo para ver al ventana que se cierra sola ante mi presencia y que hace intentos inútiles por sofocar mi sed de autocompasíon y
aplacar mi voluntad de saldar mi deuda con todo y con todos...
Setenta y cinco, setenta y seis... falta cada vez menos, y mi voluntad aún no ha sido doblegada, aún me encuentro ahí, esbozando mis últimos momentos y dejando a la luz penetrar mis pupilas para acabar con todo de una vez y sentarme con los maestros, y ver todo desde la nada.
Ochenta y siete, ochenta y ocho... estoy a punto, el cielo empieza a caer abruptamente sobre mis sienes estrangulando mi pensamiento para impedir el arrepentimiento que se encuentra latente en cada minuto, aún no he terminado, pero ya expiré, ya me entregué a lo que resulte, sea lo que sea, inevitablemente va a pasar, por primera vez me siento atado a un destino y no me molesta...
Noventa y nueve... respiro hondo, boto el aire, corro al baño me mojo la cara que suda hielo, vuelvo donde antes y enciendo otro cigarro... tiemblo... pienso... retrocedo... avanzo...
Heme aquí de rodillas con miedo de mirar de frente al desenlace de lo inevitable que sin quererlo he forjado... aspiro y boto... simple... sudo y sudo... cierro mis ojos y me veo mil veces, pienso en comenzar la cuenta de nuevo, pero no... no hay paso atrás...
Boto el humo y todo el resto pasó en cámara lenta... los restos de plomo en mi lengua esperando a ser encontrados por alguien, el ruido busca algún receptor para hacerlo temblar... y yo... yo busco el mejor lugar para dar el beso rojo al suelo y dejar marcado mi nombre y mis huellas después de cada paso en falso que di, nací a mi egolatría y morí a mi egoísmo, fui y seré...
Mi sudor cesó y mi sangrar dio paso a la inmortalidad de mi alma, mi cuerpo, estupefacto, por fin fue libre, por fin huyó y nadie lo detuvo.
El revólver empuñado, el cañón en la boca y los ojos apretados...
Cien.
Arrodillado frente a la pared, acariciando el limbo y sudando frío, esperando por el segundo preciso para mover mi dedo y acabar con todo, rozar el filo del cañón, pestañear, entregarme al momento y dejar todo atrás...
Esperen... antes... un cigarro, para distender los ánimos, relajarse un poco y seguir en el intento, aspirar, botar... simple... y seguir sudando frío con un pito en el oído cegando mis sentidos y reiniciando mi vida desde que tengo memoria, retroceder a cero y contar lentamente hasta cien y ver qué sale en esta suerte de ruleta rusa de la cual no se pueden esperar más de siete minutos de vida y avanzar de una forma cobarde al próximo paso de la manera insegura...
Ahora sí, todo al principio, el revólver a mi boca y volver a sentir el sabor a metal, besar la muerte de la manera más cínica y dejar atrás el momento en que vi llorar a los ángeles pendiendo de un hilo para mantenerse y seguir haciendo lo que tienen que hacer.
Ver por última vez la homogeneidad de la pared, cerrar los ojos, y respirar hondo, hasta que ya no cabe más aire en los pulmones y botarlo por la nariz, botar por los ojos el último dejo iracundo de seguir atado al purgatorio y terminar de pagar el karma de mi vida dejando todo en cero, y tocar, o rozar, o simplemente acercarse un poco más al cielo para rasgar la sábana que de él cuelga sin razón alguna...
Cincuenta y uno, cincuenta y dos... falta menos que al principio y no veo la hora de terminar, porque el viento vuelve débil mis ganas, deja estéril mi ánimo acomplejando el autoestima derrotada por la voluntad de ser otra vez yo y vivir al segundo, que se cumple cada vez que la manecilla del reloj avanza.
Sesenta y tres, sesenta y cuatro... ya casi, me miro hacia adentro y veo el vacío de mi cuerpo propasado por el sentimiento vano, fútil y narcisista de estar y ser, dejo de lado mi cuerpo para ver al ventana que se cierra sola ante mi presencia y que hace intentos inútiles por sofocar mi sed de autocompasíon y
aplacar mi voluntad de saldar mi deuda con todo y con todos...
Setenta y cinco, setenta y seis... falta cada vez menos, y mi voluntad aún no ha sido doblegada, aún me encuentro ahí, esbozando mis últimos momentos y dejando a la luz penetrar mis pupilas para acabar con todo de una vez y sentarme con los maestros, y ver todo desde la nada.
Ochenta y siete, ochenta y ocho... estoy a punto, el cielo empieza a caer abruptamente sobre mis sienes estrangulando mi pensamiento para impedir el arrepentimiento que se encuentra latente en cada minuto, aún no he terminado, pero ya expiré, ya me entregué a lo que resulte, sea lo que sea, inevitablemente va a pasar, por primera vez me siento atado a un destino y no me molesta...
Noventa y nueve... respiro hondo, boto el aire, corro al baño me mojo la cara que suda hielo, vuelvo donde antes y enciendo otro cigarro... tiemblo... pienso... retrocedo... avanzo...
Heme aquí de rodillas con miedo de mirar de frente al desenlace de lo inevitable que sin quererlo he forjado... aspiro y boto... simple... sudo y sudo... cierro mis ojos y me veo mil veces, pienso en comenzar la cuenta de nuevo, pero no... no hay paso atrás...
Boto el humo y todo el resto pasó en cámara lenta... los restos de plomo en mi lengua esperando a ser encontrados por alguien, el ruido busca algún receptor para hacerlo temblar... y yo... yo busco el mejor lugar para dar el beso rojo al suelo y dejar marcado mi nombre y mis huellas después de cada paso en falso que di, nací a mi egolatría y morí a mi egoísmo, fui y seré...
Mi sudor cesó y mi sangrar dio paso a la inmortalidad de mi alma, mi cuerpo, estupefacto, por fin fue libre, por fin huyó y nadie lo detuvo.
El revólver empuñado, el cañón en la boca y los ojos apretados...
Cien.
2 Comentarios:
digamos que la imagen en mi cabeza no necesito imaginacion ni emociones inventadas..esta todo ahi..bien relatado y al punto de dar escalofrios....excelente.
uhhh me gustó, oye ya me creé blog así que ahora a escribir se ha dicho... nos vemos.
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