Dilema
El dilema persiste, la disyuntiva crece, el cigarro se consume y la nube se extiende por la mente. Los ruidos decoran el ambiente como las luces lo hacen en una ciudad. Nada claro hay, y ahora menos que antes.
El humo inunda la habitación y el olor se impregna a la ropa con majadería. Reacio, estático e inmutable, el humo se marea al pasear por su cara antes de difuminarse en el aire como si un dedo esparciera el grafito del lápiz por un papel. Inmóvil, la vista se clava en el aire, con los ojos neutros en la espesura de la cristalina agua que corre por la calle.
La luna, con paciencia, ve cómo la gente la observa estupefacta desde el balcón mientras piensa en quinientas cosas en forma simultánea. Las luces encandiladas de la ciudad se saludan de una en una, mientras el día se despide con parsimonia del cielo rubífico teñido con gotas lila.
Mientras tanto, el dilema persiste, la disyuntiva cerce y el cigarro sigue consumiéndose en el cenicero, en la boca y en el viento etéreo que se deforma al pasar por su semblante nublada.
El humo inunda la habitación y el olor se impregna a la ropa con majadería. Reacio, estático e inmutable, el humo se marea al pasear por su cara antes de difuminarse en el aire como si un dedo esparciera el grafito del lápiz por un papel. Inmóvil, la vista se clava en el aire, con los ojos neutros en la espesura de la cristalina agua que corre por la calle.
La luna, con paciencia, ve cómo la gente la observa estupefacta desde el balcón mientras piensa en quinientas cosas en forma simultánea. Las luces encandiladas de la ciudad se saludan de una en una, mientras el día se despide con parsimonia del cielo rubífico teñido con gotas lila.
Mientras tanto, el dilema persiste, la disyuntiva cerce y el cigarro sigue consumiéndose en el cenicero, en la boca y en el viento etéreo que se deforma al pasar por su semblante nublada.