Trabajo
La angustia y la nostalgia caminan de la mano cuando estan con la soledad. Mientras conversas con la soledad, la nostalgia te susurra cosas al oído y la angustia, cómplice, se ríe discretamente.
Después de abandonar charlas banales, todos se sientan en una mesa grande y discuten como lo hace la gente importante. Llegado un momento, toman decisiones, firman acuerdos y después salen a celebrar.
A veces se van de vacaciones y es ahí cuando la gente se siente rara. Por ejemplo, el otro día el enojo me contaba que en una reunión que tuvo con el resto, se había ido emputecido. Nadie lo escuchaba según él y, más aún, la pena se habia estado riendo de él porque la nostalgia no lo dejaba hablar. Optó, finalmente por tomar unas vacaciones para repensar las cosas, a lo mejor estaba un poco estresado. Lo reemplazó la pena...
La vergüenza es bien particular, es sumamente silenciosa pero siempre se las arregla para aparecer con el resto. La mayoría no se da cuenta, pero siempre está.
Pero de todos, el menos querido dentro de la palnta, es el olvido. Nadie lo quiere. Siempre trata de hacer su trabajo pero nadie lo deja. Lo peor de todo es que es el más necesario. Nadie lo valora. Por eso, yo creo que si tuviera que elegir a uno de estos tipos, yo sería el olvido. Porque se necesita carácter para ser olvido. Hay que sacar la voz, gritar cuando es necesario y ser bien claro para decir lo que hay que decir.
La nostalgia se lleva mal con el olvido, nunca lo deja trabajar, lo hostiga siempre. A mi me gustaría que el olvido hiciera su pega, asi me evitaría tener que escribir líneas terapéuticas, y no mataría mi tiempo frente al computador. Así no estaría dandome macanazos en la cabeza para ver si asi la nostalgia se aturde, apostando a encontrar el preciso momento en que se le va a ocurrir aparecer para nuevamente hacer de las suyas.
Si tuviera a la nostalgia en frente mío, le preguntaría por qué se ensaña tanto conmigo, aunque creo que ya sé lo que me respondería: "lo siento viejo, es mi trabajo".
Después de abandonar charlas banales, todos se sientan en una mesa grande y discuten como lo hace la gente importante. Llegado un momento, toman decisiones, firman acuerdos y después salen a celebrar.
A veces se van de vacaciones y es ahí cuando la gente se siente rara. Por ejemplo, el otro día el enojo me contaba que en una reunión que tuvo con el resto, se había ido emputecido. Nadie lo escuchaba según él y, más aún, la pena se habia estado riendo de él porque la nostalgia no lo dejaba hablar. Optó, finalmente por tomar unas vacaciones para repensar las cosas, a lo mejor estaba un poco estresado. Lo reemplazó la pena...
La vergüenza es bien particular, es sumamente silenciosa pero siempre se las arregla para aparecer con el resto. La mayoría no se da cuenta, pero siempre está.
Pero de todos, el menos querido dentro de la palnta, es el olvido. Nadie lo quiere. Siempre trata de hacer su trabajo pero nadie lo deja. Lo peor de todo es que es el más necesario. Nadie lo valora. Por eso, yo creo que si tuviera que elegir a uno de estos tipos, yo sería el olvido. Porque se necesita carácter para ser olvido. Hay que sacar la voz, gritar cuando es necesario y ser bien claro para decir lo que hay que decir.
La nostalgia se lleva mal con el olvido, nunca lo deja trabajar, lo hostiga siempre. A mi me gustaría que el olvido hiciera su pega, asi me evitaría tener que escribir líneas terapéuticas, y no mataría mi tiempo frente al computador. Así no estaría dandome macanazos en la cabeza para ver si asi la nostalgia se aturde, apostando a encontrar el preciso momento en que se le va a ocurrir aparecer para nuevamente hacer de las suyas.
Si tuviera a la nostalgia en frente mío, le preguntaría por qué se ensaña tanto conmigo, aunque creo que ya sé lo que me respondería: "lo siento viejo, es mi trabajo".
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