El piano más triste
Llegó a su casa y al abrir la puerta, vio la oscuridad del living con olor a nostalgia, escuchó los gritos con que la soledad se manifiesta y dejó las llaves en el cenizero. Caminó al ventanal y sintió el calor de las sombras que eran su única compañía. La luz anaranjada entraba por la ventana y le golpeaba la cara. Observó el andar autómata de los autos en la calle, el caminar manso de la gente que volvía a sus casas, y una lágrima traidora asómo su prístina presencia. Mientras le acariciaba la cara, le enterraba el puñal de la memoria por la espalda. Esa memoria que viste con un velo blanco, que camina con ligereza y que con su belleza atormenta la conciencia. Esa memoria que hace temblar el orgullo y que susurra la muerte con delicia.
La espesa niebla de la razón se asentó en su cabeza y se expandía como un cáncer hambriento. La melodía lisonjera de un piano sonó en su cabeza y la tristeza que de él manaba, bebía con avidez las lágrimas que rompían su semblante rígido e inmóvil. La música sufría con cada respiro de él y él sufría con cada nota del piano y su lastimera melodía. Lenta y cálida se le acercaba y con el dedo le repasaba las huellas que el llanto dejaba en su rostro. Caminaba con sus ojos puestos en los de él y le rodeaba con movimientos esquivos, se abrazaba a su cuello y se acercaba segura hasta sentirse en completa intimidad. Deslizó su mano hacia su mejilla y con la mano temblorosa repasó los labios de él. El tiempo se detuvo, el sonido de la calle se apagó y los ojos del mundo se volvieron sobre ese instante. Las notas más altas del piano sonaban y caían junto con las lágrimas que copiosas llegaban al dedo de la melodía aún sobre su boca. Le rodeó con sus brazos el cuello, y el beso fue lento, largo como el invierno y quieto como la nieve. La embestida fue dulce, la ternura dolorosa y el triste piano canta, dice y reposa junto al agua que no cesa de caer por sus mejillas.
La espesa niebla de la razón se asentó en su cabeza y se expandía como un cáncer hambriento. La melodía lisonjera de un piano sonó en su cabeza y la tristeza que de él manaba, bebía con avidez las lágrimas que rompían su semblante rígido e inmóvil. La música sufría con cada respiro de él y él sufría con cada nota del piano y su lastimera melodía. Lenta y cálida se le acercaba y con el dedo le repasaba las huellas que el llanto dejaba en su rostro. Caminaba con sus ojos puestos en los de él y le rodeaba con movimientos esquivos, se abrazaba a su cuello y se acercaba segura hasta sentirse en completa intimidad. Deslizó su mano hacia su mejilla y con la mano temblorosa repasó los labios de él. El tiempo se detuvo, el sonido de la calle se apagó y los ojos del mundo se volvieron sobre ese instante. Las notas más altas del piano sonaban y caían junto con las lágrimas que copiosas llegaban al dedo de la melodía aún sobre su boca. Le rodeó con sus brazos el cuello, y el beso fue lento, largo como el invierno y quieto como la nieve. La embestida fue dulce, la ternura dolorosa y el triste piano canta, dice y reposa junto al agua que no cesa de caer por sus mejillas.
4 Comentarios:
A pesar de que me gustó el "cuento" creo que tienes una mente bien depresiva maty, aunque entiendo perfectamente la imagen que quieres crear (igual tiendo a ser nostálgico) . Me gustó mucho el final y la forma en que entrelazaste la historia con lo que creo suponer fue el recuerdo de un amor pasado ya olvidado, que la triztesa de la música y la soledad añoran.....
Eso, me cuesta no extenderme, felicidades por el cuento y sigue escribiendo.
Shaka
uy que heavy!
depresivo el relato...desanima!
pero está bem contado...
saludos
septiembre siempre me trae tu recuerdo.
Que lindo. Saludos
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