martes, octubre 25, 2005

Orgullo

Me puse de pie, y mientras lo hacía, me coloqué el gorro del polerón, después m puse la chaqueta. Al tiempo que hacía eso, te incorporaste y me dijiste: “quiero abrazarte”. Con la cabeza gacha y con un nudo estrangulándome la garganta, te rodeé la cintura y apoyé mi cabeza en tu hombro. Acto seguido, un par de lágrimas cayeron de mis ojos y supe que debía irme. Besé con resignación, rabia, inconformidad y cariño tu hombro, terminé de ponerme la chaqueta, y a paso rápido, aún con el gorro puesto y con la mirada pegada al piso, me dirigí a la puerta… la cerré a mis espaldas.
Caminé por el jardín hacia el portón, y al pasar por el ventanal, estabas ahí llorando. En ese momento mis ojos cedieron y la presión del embalse se hizo incontenible. Una tras otra, lágrimas de dolor e impotencia. Pensé en detenerme y mirarte, correr a la puerta y tocar, abrazarte y ser tu consuelo. No lo hice. Mi orgullo pudo más.
Llegando a la salida, miré al cielo que lucía una noche fría, estrellada y clara, y exhalé ahogando un grito en más lágrimas. Al salir fui al lugar donde solía estacionar el auto, y mirando al cielo aún, mi boca exclamaba la soledad que ahora la acompañaba, mi mente vagaba por la ciudad y mi cuerpo clamaba por unos brazos que me alcanzaran para poder caer… mi orgullo pudo más.
Mis pies, confusos, erraban de un lado a otro y nuevamente volvió el impulso de correr a tu casa, tocar la puerta y encontrarte ahí, como te había dejado, tocarte el hombro sonreírte y besarte, al tiempo que se aleja la cámara y comienza una música de aquellas que pretenden que la vida es feliz. Mi orgullo pudo más.
Los azares de la vida obran con cierta intención. Los designios del destino son esquivos. El orgullo puede más.

lunes, octubre 24, 2005

De uno a Cien (Interludio)

El revólver empuñado, con el cañón en la boca y los ojos apretados, esperando por el impulso final de mi dedo índice al gatillo que acabaría con el martirio de volver a tener conciencia malsana y sucia.
Arrodillado frente a la pared, acariciando el limbo y sudando frío, esperando por el segundo preciso para mover mi dedo y acabar con todo, rozar el filo del cañón, pestañear, entregarme al momento y dejar todo atrás...
Esperen... antes... un cigarro, para distender los ánimos, relajarse un poco y seguir en el intento, aspirar, botar... simple... y seguir sudando frío con un pito en el oído cegando mis sentidos y reiniciando mi vida desde que tengo memoria, retroceder a cero y contar lentamente hasta cien y ver qué sale en esta suerte de ruleta rusa de la cual no se pueden esperar más de siete minutos de vida y avanzar de una forma cobarde al próximo paso de la manera insegura...
Ahora sí, todo al principio, el revólver a mi boca y volver a sentir el sabor a metal, besar la muerte de la manera más cínica y dejar atrás el momento en que vi llorar a los ángeles pendiendo de un hilo para mantenerse y seguir haciendo lo que tienen que hacer.
Ver por última vez la homogeneidad de la pared, cerrar los ojos, y respirar hondo, hasta que ya no cabe más aire en los pulmones y botarlo por la nariz, botar por los ojos el último dejo iracundo de seguir atado al purgatorio y terminar de pagar el karma de mi vida dejando todo en cero, y tocar, o rozar, o simplemente acercarse un poco más al cielo para rasgar la sábana que de él cuelga sin razón alguna...
Cincuenta y uno, cincuenta y dos... falta menos que al principio y no veo la hora de terminar, porque el viento vuelve débil mis ganas, deja estéril mi ánimo acomplejando el autoestima derrotada por la voluntad de ser otra vez yo y vivir al segundo, que se cumple cada vez que la manecilla del reloj avanza.
Sesenta y tres, sesenta y cuatro... ya casi, me miro hacia adentro y veo el vacío de mi cuerpo propasado por el sentimiento vano, fútil y narcisista de estar y ser, dejo de lado mi cuerpo para ver al ventana que se cierra sola ante mi presencia y que hace intentos inútiles por sofocar mi sed de autocompasíon y
aplacar mi voluntad de saldar mi deuda con todo y con todos...
Setenta y cinco, setenta y seis... falta cada vez menos, y mi voluntad aún no ha sido doblegada, aún me encuentro ahí, esbozando mis últimos momentos y dejando a la luz penetrar mis pupilas para acabar con todo de una vez y sentarme con los maestros, y ver todo desde la nada.
Ochenta y siete, ochenta y ocho... estoy a punto, el cielo empieza a caer abruptamente sobre mis sienes estrangulando mi pensamiento para impedir el arrepentimiento que se encuentra latente en cada minuto, aún no he terminado, pero ya expiré, ya me entregué a lo que resulte, sea lo que sea, inevitablemente va a pasar, por primera vez me siento atado a un destino y no me molesta...
Noventa y nueve... respiro hondo, boto el aire, corro al baño me mojo la cara que suda hielo, vuelvo donde antes y enciendo otro cigarro... tiemblo... pienso... retrocedo... avanzo...
Heme aquí de rodillas con miedo de mirar de frente al desenlace de lo inevitable que sin quererlo he forjado... aspiro y boto... simple... sudo y sudo... cierro mis ojos y me veo mil veces, pienso en comenzar la cuenta de nuevo, pero no... no hay paso atrás...
Boto el humo y todo el resto pasó en cámara lenta... los restos de plomo en mi lengua esperando a ser encontrados por alguien, el ruido busca algún receptor para hacerlo temblar... y yo... yo busco el mejor lugar para dar el beso rojo al suelo y dejar marcado mi nombre y mis huellas después de cada paso en falso que di, nací a mi egolatría y morí a mi egoísmo, fui y seré...
Mi sudor cesó y mi sangrar dio paso a la inmortalidad de mi alma, mi cuerpo, estupefacto, por fin fue libre, por fin huyó y nadie lo detuvo.
El revólver empuñado, el cañón en la boca y los ojos apretados...
Cien.

miércoles, octubre 12, 2005

Untitled

Q puede ser mejor q compartir un cigarro con la oscuridad d la noche, y robarle el aliento al frio q rodea el ambiente?? Qizas pueda haber algo mejor, qizas no, pero la sensación innegable d placer q produce la soledad, el cigarrillo y la oscuridad, otorgan un toqe d complicidad y furtvidad... Mejor aún es cuando el cigarro va acompañado d una buena vista, por ejemplo una noche contemplada desde un quinto piso, o un penthouse con la noche a la disposición d los ojos y cuando las luces dlas calles parecen una sábana uniforme extendida por el largo y ancho d la ciudad.
El punto es q hay varios tipos d cigarros, como ese q se fuma cuando se camina rápido curiosamente también d noche y con el frío pegando el cara y tal, q cuando se exhala el humo, no se sabe si es el vaporcilllo producto del mismo frío o es el mismísimo humo.
Otro cigarro es el cigarro d la angustia, ese q se necesita, ese q una vez q lo fumas sientes como todo el cuerpo se deprime y un sopor sa apodera del cuerpo.
El cigarro de compañía, aquel q se necesita compartir, aunq sea a la distancia, pero q necesariamente debe ser conversado...
El cigarro con café, después del almuerzo. Q más hay q añadir??
El cigarro después de una prueba, antiestrés.
El cigarro q se comparte con ese alguien q tiene ese nosé qué...
Y por último ese cigarro que se fuma mientras se escribe, ese cigarro q te da la inspiración y el misticismo para q lleguen las palabras precisas a la mente...