Orgullo
Me puse de pie, y mientras lo hacía, me coloqué el gorro del polerón, después m puse la chaqueta. Al tiempo que hacía eso, te incorporaste y me dijiste: “quiero abrazarte”. Con la cabeza gacha y con un nudo estrangulándome la garganta, te rodeé la cintura y apoyé mi cabeza en tu hombro. Acto seguido, un par de lágrimas cayeron de mis ojos y supe que debía irme. Besé con resignación, rabia, inconformidad y cariño tu hombro, terminé de ponerme la chaqueta, y a paso rápido, aún con el gorro puesto y con la mirada pegada al piso, me dirigí a la puerta… la cerré a mis espaldas.
Caminé por el jardín hacia el portón, y al pasar por el ventanal, estabas ahí llorando. En ese momento mis ojos cedieron y la presión del embalse se hizo incontenible. Una tras otra, lágrimas de dolor e impotencia. Pensé en detenerme y mirarte, correr a la puerta y tocar, abrazarte y ser tu consuelo. No lo hice. Mi orgullo pudo más.
Llegando a la salida, miré al cielo que lucía una noche fría, estrellada y clara, y exhalé ahogando un grito en más lágrimas. Al salir fui al lugar donde solía estacionar el auto, y mirando al cielo aún, mi boca exclamaba la soledad que ahora la acompañaba, mi mente vagaba por la ciudad y mi cuerpo clamaba por unos brazos que me alcanzaran para poder caer… mi orgullo pudo más.
Mis pies, confusos, erraban de un lado a otro y nuevamente volvió el impulso de correr a tu casa, tocar la puerta y encontrarte ahí, como te había dejado, tocarte el hombro sonreírte y besarte, al tiempo que se aleja la cámara y comienza una música de aquellas que pretenden que la vida es feliz. Mi orgullo pudo más.
Los azares de la vida obran con cierta intención. Los designios del destino son esquivos. El orgullo puede más.
Caminé por el jardín hacia el portón, y al pasar por el ventanal, estabas ahí llorando. En ese momento mis ojos cedieron y la presión del embalse se hizo incontenible. Una tras otra, lágrimas de dolor e impotencia. Pensé en detenerme y mirarte, correr a la puerta y tocar, abrazarte y ser tu consuelo. No lo hice. Mi orgullo pudo más.
Llegando a la salida, miré al cielo que lucía una noche fría, estrellada y clara, y exhalé ahogando un grito en más lágrimas. Al salir fui al lugar donde solía estacionar el auto, y mirando al cielo aún, mi boca exclamaba la soledad que ahora la acompañaba, mi mente vagaba por la ciudad y mi cuerpo clamaba por unos brazos que me alcanzaran para poder caer… mi orgullo pudo más.
Mis pies, confusos, erraban de un lado a otro y nuevamente volvió el impulso de correr a tu casa, tocar la puerta y encontrarte ahí, como te había dejado, tocarte el hombro sonreírte y besarte, al tiempo que se aleja la cámara y comienza una música de aquellas que pretenden que la vida es feliz. Mi orgullo pudo más.
Los azares de la vida obran con cierta intención. Los designios del destino son esquivos. El orgullo puede más.