miércoles, noviembre 29, 2006

La disculpa

Miró la hora en el reloj, y se percató de lo tarde que era. Entonces, volvió a odiar esa maldita distancia que sentía como una muralla infranqueable. Odió esos malditos sentimientos descubiertos, porque así como hacían llover las buenas intenciones, también apelaban su cordura y le hacían expresar una inestabilidad inusitada.
Volvió a mirar el reloj, y frustrado descubrió que probablemente ella nunca entendería cómo se sentía todo dentro de su cabeza. Comenzó a divagar con desesperación intentando encontrarla en sus recuerdos para hacer volver el momento en que aún todo era ideal. Deseó borrar con el dedo el tiempo para evitar que el punto de inflección llegase, para así no tener que confesarle todo a una hoja de papel e irse a la cama con la incertidumbre de saber si las cosas como estaban, volverían a ser lo que fueron.
Lamentó los mensajes subliminales y los gritos mudos que no habían encontrado el receptor que él hubiese querido. Lo que más le dolió fue tener que afrontar las consecuencias de sus actos, nunca le importó su propio orgullo, pero sí sentía cómo los segundos de incertidumbre e indeferencia penetraban al rojo vivo por debajo de sus uñas.
Sufrió por tener que conformarse esa noche de valorarla desde su ausencia y no desde el hábito de hablarle y compartir un eterno y cómodo silencio.

miércoles, noviembre 22, 2006

Arte

Lo hermoso de la vida es ver cómo los círculos se cierran y cómo las vidas se entrecruzan formando una trenza de suma complejidad pero de perfecta hermosura.
Es como las notas de una canción se hilan para llegar a una melodía absolutamente lógica e inefable, llena de intertextualidades donde cada nota le explica a la siguiente la razón de por qué le sucede y no está antes.
La vida no es blanca, no es negra, ni tampoco gris. Es un abanico repleto de colores y texturas, que además forman parte de un mosaico interminable que debe ser construído y el aporte nuestro consiste en rellenar tan sólo un espacio de esta gigantesca obra.
Vivir es un arte y sobrevivir es una necesidad. ¿Vivimos o sobrvivimos? algunos dicen que el diálogo del escultor con el trozo de mármol se traduce en la obra, otros piensan que el mármol posee la obra en forma intrínseca y el escultor la descubre en él. Todo es hermoso, hay que saber dónde poner el lente; eso se aplica a las fotografías. Las imágenes están disponibles para todo el público. El ojo del fotógrafo tiene el mérito de encontrar aquellas imágenes y capturarlas. La vida está ahí, ¿la encontramos o es el resultado del diálogo entre la percepción y la experiencia?...
Independientemente de cuál sea la respuesta la vida seguirá siendo un arte, porque la vida es vivida mientras se tenga consciencia de ella, mientras habitemos dentro de nosotros, por eso los animales sobreviven y no viven. Los animales no hacen Arte. El Arte no es tal sino hasta que es contextualizado de esa manera, sino, no son más que imágenes que, como todos los días, pasan al lado nuestro y se transforman en un eslabón más de la cadenas de acciones que traen como consecuencia un hecho.
Los círculos se cierran, y es que los polos nunca son tan opuestos, son más bien los dos extremos de un continuo, por eso es que la tierra es redonda, porque es parte de un continuo desde el momento en que estubo inserta en el ciclo del Universo.
Las vidas se entrecruzan porque el paralelismo no es más que un concepto, porque después de todo, el aleteo de una mariposa en Sudáfrica, podría ser el causante de los monzones de Vietnam.

lunes, noviembre 20, 2006

Mensaje Subliminal

Mientras caminaba por la calle una lluvia de ideas invadieron su cabeza. Nunca pensó en que llegaría a esa situacón y menos pronosticó encontrarse de esa manera. Pero ahora que estaba así, sus antiguos temores que creía superados volvieron, la vulnerabilidad de la que había huído por años lo alcanzó, y maldijo cada uno de los 400 Km. que los separaban, maldijo cada uno de los segundos que pasaban y no sabía nada de ella.
Sin darse cuenta el camino que hacía todos los días se hizo corto, y nunca antes se había sentido tan acompañado mientras lo hacía solo.
En forma inconsciente, decifró todos los códigos ocultos en las conversaciones banales y decidió responder con la misma artillería una misiva oculta en un texto de ideas casi inconexas.

miércoles, noviembre 08, 2006

Pista

El sol bajaba del cielo hace rato, me pegaba de frente en la cara, me hacía mantener los ojos a medio abrir. El semáforo en rojo.
La radio del auto comenzó a sonar, y la música se apoderó de mis pies y hundió mi pie derecho hasta el fondo, el pie izquierdo continuó el reflejo y se levantó casi simultaneamente. Mi mano izquierda se apretó contra el volante, al tiempo que mi mano derecha tomaba la palanca y la ponía en primera con furia. Los neumáticos le gritaron al pavimento para q se hiciera a un lado y les dejara libres por la pista. El concreto respondió con igual vehemencia y los hizo patinar hasta que soltaran humo. Al terminar ese corto diálogo el auto salió disparado y a menos de diez metros, cuando las revoluciones se contaban cerca de las tres mil, mi pie izquierdo se hinca sobre el embrague rápido, al tiempo que mi pie derecho abandona el acelerador un par de segundos, para que mi mano derecha mueva la palanca hasta segunda. El odómetro marca los 50 Km/H, y el aguja sigue subiendo. Los acordes de la guitarra que suena en la radio indican que las revoluciones de mi corazón son óptimas, y cada latido marca un ir y venir del cigüeñal, la adrenalina actúa como el sustrato ideal para alimentar la sed de clandestineidad que la velocidad desata, comparable sólo a la complicidad de la oscuridad y la pasión.
El tacómetro me llama y las revoluciones van en cuatro mil, una gota de sudor fría se desliza por mi frente y siento el peso de mi consciencia sobre mi pecho. El reflejo se desata una vez más y la palanca ya está en tercera. Las manos sudan y se van resbalando por el volante. Mis pupilas dilatadas ignoran las luces que se acercan vertiginosamente en contra mío, amenazantes de encandilarme, pero demasiado obvias para lograrlo.
La inevitable curiosidad voltea mi cabeza sobre mi hombro derecho, para ver cómo el resto queda relegado a ver la estela que mi andar deja. El tacómetro ya no me llama, es la dulce voz del motor que me sugiere pasar al siguiente nivel; ahora, ahora que la pista retrocede bajo las ruedas a más de cien kilómetros, y que los alrededores de mis ojos y la periferia de mis pensamientos se tornan borrosos y es difícil establecer donde empieza o termina el otro.
Mi pie derecho sigue sumergido en el pedal y la ruleta sigue girando, con la inminente incertidumbre que a la irresponsabilidad acompaña. La curiosidad grita con la fuerza estruendosa de un trueno, con lo que inevitablemente volteo mi cabeza sobre la derecha...
La dirección actuó de un modo extraño, y el auto se movió como un trompo sobre su eje... a la tercera vuelta, creo, moví el manubrio en dirección opuesta y con ambas manos firmes. Dicen que el auto se elevó como un cohete que olvidó su diseño y su falta de alas... Mi cabeza, luego de dos o tres golpes contra el respaldo decidió imitar al auto y jaló del resto del cuerpo para hacerlo atravesar el parabrisas...
La canción del auto dejó de sonar, o mas bien yo la dejé de escuchar... Para ser sinceros, los choques distan mucho de lo que se ve en las peliculas... Lejos de contar con toda esa espectacularidad están repletos de movimientos azarosos y lógicos que siguen la inercia de una acción completamente absurda...
Todo comenzó con una canción... todo termina con otra... con esa canción que se apodera al final de la sala con un profundo silencio pero que despliega una gama infinita de imágenes repletas de colores y tonos sepia...
Después de rodar y arrastrarme unos cincuenta metros, el pavimento decidió ponerle fin al diálogo que habia iniciado con el caucho de mis neumáticos. Le puso punto final a las aspiraciones de mi persona por emular la grandeza de los momentos de gloria que nunca me pertenecieron, pero que en cambio, arrebaté a quienes me sentían como propio...